
En Querétaro se hizo historia y no es metáfora de brindis. La región vitivinícola del estado recibió la primera Indicación Geográfica Protegida (IGP) del país para sus vinos, un distintivo que no solo da prestigio, también protege, reconoce y proyecta. Porque no basta con tener buen vino, hay que saber defenderlo, envasarlo con orgullo y empacarlo con sentido de pertenencia.
Con más de 40 proyectos vitivinícolas y más de 300 etiquetas, esta declaración es un espaldarazo institucional al esfuerzo de quienes, durante décadas, han convertido las tierras queretanas en sinónimo de vino mexicano de calidad. Beneficiarios no son sólo los viticultores, sommeliers o restauranteros. También lo son quienes viven del turismo, las comunidades productoras, las familias que han visto crecer sus ingresos al ritmo de la cosecha, y cada joven que ve en el campo un lugar para quedarse, no para irse.
Y aunque el reconocimiento tiene tintes técnicos, el fondo es profundamente social y humano: es una victoria del arraigo, del esfuerzo colectivo, del trabajo bien hecho. Se premia no solo el vino, sino la visión. Una que entiende que no se puede competir con el mundo si no se cuida lo propio.
El vino queretano ya no sólo está en nuestras mesas… ahora también está en la conversación nacional e internacional. Y eso, vale más que una medalla: vale un legado.